Superar lo evidente
Clara Colinas Marcos
El reto al que se enfrenta el artista plástico de nuestro tiempo es verdaderamente complejo, delicado incluso. A la permanente invasión de imágenes, agolpadas a borbotones en su retina, se suma la certeza de una continuada (y casi siempre deshumanizada) tecnificación; es más, su toma de conciencia (ante todavía la presente falta de valores) resulta un reto complicado. Es así como el creador visual descubre que los ritmos de los que depende no sintonizan con el galopante y precipitado (frenético, diría yo) acontecer que su mirada registra.
Parto con esta primera reflexión para situar el nuevo trabajo de Clara Isabel Arribas: su propuesta consigue hallar un equilibrio que, aun presintiéndose imposible de alcanzar, ella sí logra advertir; equilibrio entre la toma de conciencia de ese entorno masivamente digitalizado y tecnificado, la fragmentación y la banalización a las que hoy estamos tan expuestos y la poetización de su vivencia personal. El resultado, como veremos, es que la artista no se limita a lo virtual o a lo fragmentado, no ilustra o anuncia, sino que traspasa y supera lo que su mirada registra.
También quisiera señalar en su trabajo que no existen pretensiones en demostrar esos virtuosismos o provocaciones a los que venimos estando tan acostumbrados actualmente; cierto es que la calidad técnica de sus trabajos y la sensibilidad extrema de su intención, son especialmente llamativas. Si bien, calidad técnica y sensibilidad no restan protagonismo al concepto; alguno de sus trabajos (como ese espectacular Retrato psicofacebook de 156x156) sobrecogen, sencillamente, por una ejecución cuidadísima, diríamos incluso que perfecta, al mismo tiempo que logran hallar la unidad desde la multiplicidad. En el equilibrio máximo del
cuadrado incluye y genera una multiplicidad de vidas condensadas.
En anteriores ocasiones ya he destacado la fuerza que trasmiten las geometrías de Arribas Cerezo (recordemos su proyecto “Plano Corto”), ópticas sublimes que superan la mímesis tópica y el simple cromatismo, huyen de lo mediático y del vacío inerte. Un antes y un después lo apreciamos en su proyecto “Espacios Geométricos”, a raíz del cual Juan Gil Segovia advierte esa invasión en nuestro día a día de “mentiras visuales”; algo sobre lo que la artista toma conciencia y explícitamente propone superar; en trabajos anteriores le vimos recurrir al trampantojo, a la realidad dentro de la realidad, a la simbiosis entre fotografía y pintura; elecciones que no hacen más que confirmar su huida de lo fácil, de lo evidente, persiguiendo esa interpretación esencial que tanto echamos de menos en muchas propuestas artísticas actuales.
También, en esta última serie está presente la valoración del tiempo; de ese tiempo que nos resbala entre los dedos, pero que en sus ciclos, en sus fases, la artista captura desde esa toma de conciencia que considero debe ser inherente a todo creador que quiera subrayar los fragmentos de realidad más destacados, advertir sobre lo que permanecerá, atar lo latente; este compromiso impregna también un proyecto conjunto como el de "La arqueología del ser", que parte de la estela que dejara la figura del padre, el pintor José Antonio Arribas.
Como ya advirtiera Gil Segovia (a raíz del citado proyecto, que comparten), en esta nueva muestra que hoy descubrimos, “En Serie”, también está latente aquella “reconfiguración de la teoría de Walter Benjamin sobre el aura que poseen los objetos clasificados como artísticos, ya que los objets trouvés a los que se refiere el proyecto (artísticos y no artísticos) lo poseen por el mero hecho de ser recolectados y conservados por una persona desaparecida”; así, Clara Isabel Arribas parte de la aparente banalidad de una revista, publicada hace décadas (halladas precisamente, en el estudio de su padre), y reconduce la mirada hacia un horizonte nuevo, establece una conexión cíclica sobre la que trabajar.
Ella misma ya ha advertido esa relación que desea trazar entre las imágenes ya existentes y las imágenes generadas digitalmente. Y es que se van formando en su propuesta, además, urdimbres de memorias entretejidas, evidentes lazos que también nos hablan de otras conexiones. A partir de ellas Clara Isabel Arribas conforma un microcosmos vital, una constelación en la que dialogan diferentes frentes, donde la intervención de las manos prolonga y supera lo digital (y no al revés, como viene siendo en otros casos). De hecho, la artista torna pues esa mirada pixelada en un estrato mucho más profundo; parte de imágenes que podrían simplificarse o limitarse a esa ‘serie’ pero que ella traspasa, transforma, supera, a partir del trabajo de su propia toma de conciencia: el de la mirada abierta que renace de sus propias cenizas, y se dirige a un horizonte que ya se vislumbra como inagotable.
Parto con esta primera reflexión para situar el nuevo trabajo de Clara Isabel Arribas: su propuesta consigue hallar un equilibrio que, aun presintiéndose imposible de alcanzar, ella sí logra advertir; equilibrio entre la toma de conciencia de ese entorno masivamente digitalizado y tecnificado, la fragmentación y la banalización a las que hoy estamos tan expuestos y la poetización de su vivencia personal. El resultado, como veremos, es que la artista no se limita a lo virtual o a lo fragmentado, no ilustra o anuncia, sino que traspasa y supera lo que su mirada registra.
También quisiera señalar en su trabajo que no existen pretensiones en demostrar esos virtuosismos o provocaciones a los que venimos estando tan acostumbrados actualmente; cierto es que la calidad técnica de sus trabajos y la sensibilidad extrema de su intención, son especialmente llamativas. Si bien, calidad técnica y sensibilidad no restan protagonismo al concepto; alguno de sus trabajos (como ese espectacular Retrato psicofacebook de 156x156) sobrecogen, sencillamente, por una ejecución cuidadísima, diríamos incluso que perfecta, al mismo tiempo que logran hallar la unidad desde la multiplicidad. En el equilibrio máximo del
cuadrado incluye y genera una multiplicidad de vidas condensadas.
En anteriores ocasiones ya he destacado la fuerza que trasmiten las geometrías de Arribas Cerezo (recordemos su proyecto “Plano Corto”), ópticas sublimes que superan la mímesis tópica y el simple cromatismo, huyen de lo mediático y del vacío inerte. Un antes y un después lo apreciamos en su proyecto “Espacios Geométricos”, a raíz del cual Juan Gil Segovia advierte esa invasión en nuestro día a día de “mentiras visuales”; algo sobre lo que la artista toma conciencia y explícitamente propone superar; en trabajos anteriores le vimos recurrir al trampantojo, a la realidad dentro de la realidad, a la simbiosis entre fotografía y pintura; elecciones que no hacen más que confirmar su huida de lo fácil, de lo evidente, persiguiendo esa interpretación esencial que tanto echamos de menos en muchas propuestas artísticas actuales.
También, en esta última serie está presente la valoración del tiempo; de ese tiempo que nos resbala entre los dedos, pero que en sus ciclos, en sus fases, la artista captura desde esa toma de conciencia que considero debe ser inherente a todo creador que quiera subrayar los fragmentos de realidad más destacados, advertir sobre lo que permanecerá, atar lo latente; este compromiso impregna también un proyecto conjunto como el de "La arqueología del ser", que parte de la estela que dejara la figura del padre, el pintor José Antonio Arribas.
Como ya advirtiera Gil Segovia (a raíz del citado proyecto, que comparten), en esta nueva muestra que hoy descubrimos, “En Serie”, también está latente aquella “reconfiguración de la teoría de Walter Benjamin sobre el aura que poseen los objetos clasificados como artísticos, ya que los objets trouvés a los que se refiere el proyecto (artísticos y no artísticos) lo poseen por el mero hecho de ser recolectados y conservados por una persona desaparecida”; así, Clara Isabel Arribas parte de la aparente banalidad de una revista, publicada hace décadas (halladas precisamente, en el estudio de su padre), y reconduce la mirada hacia un horizonte nuevo, establece una conexión cíclica sobre la que trabajar.
Ella misma ya ha advertido esa relación que desea trazar entre las imágenes ya existentes y las imágenes generadas digitalmente. Y es que se van formando en su propuesta, además, urdimbres de memorias entretejidas, evidentes lazos que también nos hablan de otras conexiones. A partir de ellas Clara Isabel Arribas conforma un microcosmos vital, una constelación en la que dialogan diferentes frentes, donde la intervención de las manos prolonga y supera lo digital (y no al revés, como viene siendo en otros casos). De hecho, la artista torna pues esa mirada pixelada en un estrato mucho más profundo; parte de imágenes que podrían simplificarse o limitarse a esa ‘serie’ pero que ella traspasa, transforma, supera, a partir del trabajo de su propia toma de conciencia: el de la mirada abierta que renace de sus propias cenizas, y se dirige a un horizonte que ya se vislumbra como inagotable.